que el diagrama del tiempo
es constante diorama en sus medallas
y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde lejanos tiempos,
su fórmula famélica de masa…
Comprendiendo sin esfuerzo
que el hombre se queda, a veces, pensando,
como queriendo llorar,
y, sujeto a tenderse como objeto,
se hace buen carpintero, suda, mata
y luego canta, almuerza, se abotona…
Quizás no debiéramos publicar más que el primer borrador de una obra
antes de saber, por tanto, adónde queremos ir a parar.
Sólo las obras inacabadas, por inacabables, nos incitan a divagar sobre la esencia del arte. * |